Ponchos Verdes FM

jueves, 3 de diciembre de 2020

Ni prejuicios ni manzanas podridas. Racismo estructural


El combate contra el racismo debe ser una lucha en la que se implique toda la sociedad (como en toda lucha social)

Cada cierto tiempo, algún hecho de impacto mediático mundial sitúa la problemática del racismo en el centro del debate. Ocurrió en mayo de 2020 con el asesinato de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis, en EE UU. Tertulias, noticieros y artículos abordaron profusamente lo ocurrido, y el lema Black Lives Matter se convirtió en un reclamo mundialmente compartido.

Sin embargo, y sobre todo en el contexto occidental y europeo, hablar de racismo es siempre incómodo y polémico, incluso violento. Una parte importante de la población es abiertamente racista y/o niega la existencia del racismo, y otra, en la que se incluyen personas del movimiento feminista, LGTBI o que son parte de la autodenominada izquierda política, piensa/analiza/observa el racismo desde una perspectiva eurocéntrica, lo ve como un fenómeno relacionado con prejuicios y estereotipos que se tienen sobre unas poblaciones, y no como un sistema mayor de opresión vinculado a estructuras coloniales de poder.

Esta diferencia de enfoque está relacionada con las corrientes de pensamiento desde las que se ha teorizado críticamente sobre el racismo: por un lado, la filosofía posmoderna, que cuestiona la racionalidad europea de la modernidad así como sus grandes relatos universales, pero que no deja de ser una crítica al eurocentrismo desde el eurocentrismo, y, por otro, las teorías poscolonial y decolonial, que representan un punto de inflexión dentro de la narrativa crítica al proyecto civilizatorio moderno, y en el caso del pensamiento decolonial, una ruptura radical con la epistemología en la que este proyecto se ha sido sustentado.

En Genealogía del racismo, Michel Foucault sitúa el surgimiento del discurso racista a finales del siglo XIX, como una conversión del discurso de la lucha de razas intraeuropea que cuestionaba el poder de las monarquías, y que tuvo lugar siglos antes, desde fines del siglo XVI hasta comienzos del XVII (Foucault, 1998). Tal como sostiene Grosfoguel (2012) en su artículo “El concepto de ‘racismo’ en Michel Foucault y Frantz Fanon: ¿teorizar desde la zona del ser o desde la zona del no-ser”, el filósofo francés utiliza el término razas no en la acepción racista decimonónica del término, sino para referirse a las distintas etnias europeas que formaron parte de esa lucha de razas.

Según Foucault, este discurso de guerra de etnias se bifurca en los primeros años del siglo XIX en dos transcripciones: por un lado, en un discurso de lucha de clases; por otro, en un discurso histórico-biológico de las razas (aparición como tal del discurso racista), con el que los Estados intentan hacer frente al discurso de la lucha de clases, valiéndose de la biopolítica con el fin de mantener el poder y el control social.

En su análisis, además de afirmar que el racismo surge como un fenómeno propiamente europeo a finales siglo XIX en forma de discurso contra poblaciones internas, Foucault sostiene que “al menos en algunos casos” (1998: 59) este discurso estará relacionado con la dominación colonial. De este modo, no solo resta importancia a las consecuencias históricas del proceso colonizador iniciado a partir del siglo XV, sino que ignora todas las identidades y categorías que surgieron tras la conquista de las Américas y la esclavitud, y sin las cuales sería imposible analizar la construcción del discurso racista.

El racismo y la construcción del Otro

A diferencia del pensamiento posmoderno europeo, las teorías poscolonial y decolonial teorizan críticamente sobre el racismo cuestionando no solo los pilares de la modernidad, sino la constitución de todo el proyecto moderno en relación al genocidio y explotación de los pueblos colonizados.

Autores/as poscoloniales como Edward Said, Gayatri Chakravorty Spivak y Ngugi Wa Thiong´o, entre otros, han analizado los devastadores efectos que tuvo la modernidad para los pueblos no europeos, a través de la concepción colonial de la razón, del humanismo y del universalismo, y la forma en que Europa se erigió a sí misma como único sujeto válido, en contraposición a otro construido como lo exótico y atrasado.

En la teoría decolonial este análisis va todavía más allá. Diversos autores y autoras que forman parte de este grupo de pensamiento (entre ellos, Aníbal Quijano, Walter Mignolo, María Lugones, Enrique Dussel, Ramón Grosfoguel, Santiago Castro-Gómez y Sylvia Wynter), han analizado profusamente, desde los años 90, la relación dialéctica entre modernidad/colonialidad, afirmando que no se trata de conceptos opuestos, sino de dos caras de una misma moneda, donde la colonialidad sería el lado oculto constitutivo de la modernidad.

Afirman que la modernidad no fue solo un periodo histórico, sino una retórica que se inicia a partir de 1492, tras la conquista de las Américas y la esclavitud, con el objetivo de construir el mito narrativo de superioridad de la civilización europea, en contraposición a una alteridad. En palabras de Dussel, Europa se constituye como el centro de la historia mundial en el momento en que construye esa periferia compuesta por los pueblos colonizados, explotados y esclavizados (citado en Mignolo, 2014).

Por tanto, y a diferencia de Foucault, que borra de su análisis el proceso colonizador del siglo XV, la teoría decolonial sitúa el surgimiento del racismo precisamente a partir de 1492, cuando se inaugura la jerarquía racial a nivel global basada en el relato moderno que establece la existencia de dos mundos contrapuestos: uno civilizado que es Europa (nosotros), versus un mundo irracional y salvaje al que hay que civilizar (Otro).

La creación de esta alteridad traería consigo nuevas identidades (indio, negro, mestizo, criollo, blanco, etc.), nuevos conceptos de clasificación geopolítica (Europa, Occidente y Oriente) y la redefinición de África como tierra de esclavos. Todos estos conceptos, que fueron construidos de forma política e interesada, sirvieron para justificar la violencia genocida y epistémica que se ejerció a través del denominado proyecto civilizatorio de la modernidad contra los pueblos tachados como racialmente inferiores.

Deshumanización y la zona del ser y del no-ser de Fanon

Uno de los aspectos que caracteriza la teoría decolonial es su análisis sobre el concepto de deshumanización en relación a la construcción del discurso racista. Grosfoguel (2012) afirma que antes de 1492 habría existido en la península ibérica una especie de protorracismo vinculado a la idea de pureza de sangre, con el que la monarquía católica justificaba su persecución a musulmanes y judíos tras la conquista del territorio conocido como Al-Ándalus. Sin embargo, este discurso no ponía en entredicho la humanidad de judíos y musulmanes, a quienes se consideraba seres humanos con un dios y una religión equivocadas.

Es a partir de la conquista de las Américas, y a todo lo largo del siglo XV, cuando se inicia el proceso de deshumanización de las poblaciones no europeas. Ese sería el punto de inflexión, el antes y el después que marcará, en base a la división jerárquica étnico-racial, el inicio del dominio imperialista de Europa y Occidente sobre el resto del mundo. A partir de entonces, y bajo la excusa de civilizarlos, los indígenas de las Américas, millones de personas del África subsahariana, el pueblo árabe-musulmán, el pueblo gitano, todos los pueblos deshumanizados y subhumanizados, serán sometidos, torturados, violados, esclavizados, asesinados, en beneficio político, económico y social de Europa y Occidente.

Frantz Fanon, uno de los mayores inspiradores del pensamiento decolonial, analizó la cuestión de la deshumanización a través de su concepto de la zona del ser y la zona del no-ser sobre la línea de lo humano.

En Piel negra, máscaras blancas, el psiquiatra martiniqués sostiene que los sujetos que han sido ubicados en el lado superior de la línea (considerados seres humanos) habitan lo que él denomina la zona del ser, mientras que aquellos que viven en el lado inferior (deshumanizados), lo hacen en la zona del no-ser (Fanon, 2010). Obviamente, no se trata de lugares geográficos, sino de la posición que se ocupa en las relaciones de poder dentro del sistema-mundo moderno/colonial.

La interseccionalidad de factores como la clase, el género y la sexualidad ocurre en ambas zonas. Sin embargo, Fanon sostiene que es la raza la que constituye la línea divisoria transversal que organiza todas las demás opresiones y, por tanto, que la experiencia vivida y la forma de solucionar los conflictos es muy diferente en ambos lugares.

Desde esta teoría, ampliada después gracias a las aportaciones que realizará De Sousa Santos (2010) con su “Línea abismal”, se afirma que los sujetos que habitan la zona del ser (poblaciones blancas) son personas reconocidas socialmente como seres humanos con derechos sociales/ciudadanos/civiles/laborales, etc. En esta zona el Yo opresor lo constituye el poder blanco, patriarcal, capitalista y heterosexual; en tanto que el Otro oprimido está compuesto por las poblaciones blancas que pueden sufrir opresión por cuestiones de clase, género y/o sexualidad, pero nunca por cuestión de raza, pues su humanidad les está reconocida.

En esta zona del ser los conflictos se gestionan a través de mecanismos de regulación y emancipación; es decir, códigos de derechos humanos, civiles, laborales, espacios para negociaciones y acciones políticas (regulación), y mediante conceptos como autonomía, igualdad y libertad (emancipación). Existe aquí una dialéctica entre el Yo opresor y el Otro oprimido que genera un reconocimiento mutuo y por ello los episodios de violencia son esporádicos.

Por el contrario, a los sujetos que habitan la zona del no-ser (poblaciones no blancas) no se les reconoce como seres humanos con derechos sociales/ciudadanos/civiles/laborales, etc. Son subhumanizados (su humanidad es cuestionada) o deshumanizados (su humanidad es negada). En la zona del no-ser, el Yo opresor también está representado por el poder blanco, patriarcal, capitalista y heterosexual, mientras que el Otro oprimido lo componen las poblaciones racializadas, quienes, además de sufrir opresión de clase, sexualidad y/o género, etc., sufren violencia racial.

Aquí, la dialéctica y el reconocimiento mutuo que existe en la zona del ser colapsan al no reconocérsele al Otro su humanidad; por tanto, el método que utiliza el Yo opresor para gestionar los conflictos es casi siempre la violencia y la apropiación descarada, mientras que los episodios de regulación y emancipación se convierten en hechos esporádicos.

Colonialidad del poder y epistemicidio

Esta deshumanización e inferiorización se ha llevado a cabo a través de diferentes narrativas a lo largo de historia. Tal como afirma Mignolo (2014), comenzó en el siglo XV con el discurso del Renacimiento y la teología de la cristiandad occidental; siguió con la Ilustración, ciencia y filosofía de la secularidad occidental, y ha continuado con el discurso occidental del desarrollo y la economía.

Después de siglos de dominación económica, política y cultural, Occidente ha terminado imponiendo su relato único de superioridad sobre el resto del mundo mediante la colonialidad del poder (Quijano, 2000): Occidente ya no necesita colonias ni ejércitos para continuar su dominio imperial. Las jerarquías raciales, epistémicas y culturales que impuso partir del siglo XV siguen vigentes a día de hoy mediante la reproducción del patrón de explotación basada en la creencia de que lo europeo y occidental representa el ideal a alcanzar.

Este proceso no habría sido posible sin la existencia de lo que De Sousa Santos (2017) denomina epistemicidio, es decir, la aniquilación de saberes comunitarios y ancestrales, y de las formas en que estos saberes se construían y transmitían, sobre todo después del nacimiento del método científico, convertido por Occidente en una herramienta garante de objetividad contra la subjetividad e irracionalidad de los pueblos colonizados y subalternizados.

Racismo estructural y dispositivos racistas de Estado

Todos estos aspectos mencionados anteriormente son imprescindibles para comprender la vivencia de la opresión en las personas racializadas. Y también para no reproducir la violencia racista que niega esta experiencia.

Tal como mencionaba al comienzo del artículo, existen dos concepciones acerca de lo que es el racismo. Una que dice que se trata de prejuicios y estereotipos contra determinadas poblaciones, y otra –donde se sitúa el antirracismo político– que señala que el racismo es una matriz de poder basada en una jerarquización étnico-racial a nivel global, parte del sistema capitalista, cuyo principal objetivo es la supremacía económica, política y social de Occidente, mediante la explotación y subalternización de las poblaciones racializadas.

La diferencia entre una definición y otra no solo determina el privilegio racial de quien enuncia, sino también el tipo de discurso y de lucha antirracista que se desprenderá de ella.

En más de una ocasión, participando en algún debate o charla sobre racismo, me ha tocado escuchar reflexiones acerca de cómo una persona gallega o andaluza en Madrid puede sufrir el mismo tipo de discriminación que una persona negra, sudamericana o gitana en Madrid. También he escuchado y/o leído que se puede considerar víctima de racismo a una persona que ha sufrido algún tipo de maltrato por ser leída como racializada.

Partiendo de la premisa de que todas las personas podemos sufrir discriminación por nuestras características físicas, nuestra forma de hablar o por tener determinadas prácticas culturales, es necesario señalar los peligros que conlleva confundir un incidente, o varios incidentes de carácter racista, con la experiencia sociohistórica de millones de personas en el mundo –poblaciones negras, afrodescendientes, árabe-musulmanas, gitanas, latinoamericanas, caribeñas y asiáticas–, en cuyas vidas el racismo actúa no como una casuística, una anécdota o acto xenófobo, sino como aquella matriz de dominación/inferiorización que condiciona todos los aspectos de sus vidas, tal como condicionó la vida de sus antepasados, y como condicionará, de no subvertir el orden establecido, la de sus descendientes.

Las reflexiones de Fanon sobre la zona del ser la zona del no-ser, que pueden sonar tan filosóficas y abstractas, se vuelven una cruda realidad cuando vemos que es muy diferente que se rían de tu acento a que te encierren en una cárcel racista como es el CIE y luego te deporten a un país que ni conoces o al que no puedes volver; que el mercado laboral no discrimina de la misma manera a una mujer europea que a una mujer indígena o gitana, puesto que si la primera tal vez cobre un salario inferior al de un hombre, la indígena y gitana ni siquiera podrán acceder a un puesto de trabajo, ya que sus conocimientos y capacidades serán puestos en duda.

En la zona del no-ser están los millones de seres humanos a quienes se les deja morir en el Mediterráneo; los sin papeles, condenados a trabajar en la economía sumergida con salarios de miseria; los regidos por la Ley de Extranjería, categorizados/as como ciudadanos/as de segunda, quienes enfrentan mil trabajos para obtener y/o renovar sus autorizaciones de residencia, conseguir un contrato de trabajo u homologar titulaciones; las víctimas de violencia policial en lugares como la red de transporte público, parques y plazas (hecho denunciado constantemente en redes sociales por asociaciones como SOS Racismo Madrid), y las víctimas de identificaciones por perfil étnico-racial, práctica que señala y criminaliza todavía más las vidas de las personas migrantes y racializadas.

Estas últimas, las paradas racistas, representan un hecho tan institucionalizado que ni siquiera se dejaron de ejercer durante el estado de alarma. En el informe Crisis sanitaria COVID-19: Racismo y xenofobia durante el estado de alarma en España, elaborado por el Equipo de Implementación del Decenio Afrodescendiente en España, en colaboración con Rights International Spain (RIS), se señala que diferentes organizaciones y colectivos antirracistas del Estado español presentaron “numerosas quejas y denuncias por la práctica de perfiles raciales” a personas migrantes y racializadas que salían a la calle a comprar alimentos básicos, a lavar ropa, o que simplemente se dirigían a sus lugares de trabajos (RIS, 2020: 9).

Las organizaciones denunciantes afirman que a estas personas se les estaba deteniendo y/o imponiendo sanciones administrativas en “situaciones de arbitrariedad e interpretación extensiva de las normas sancionadoras” (RIS, 2020: 12).

El informe también señala casos de brutalidad policial ejercida contra personas racializadas en diferentes ciudades de España, quienes fueron víctimas de “bofetadas, empujones, golpes y patadas” (RIS, 2020: 13), propinadas por agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

Alianzas. Con quién y cómo

El listado enumerado anteriormente no representa cuestiones aisladas entre sí. Todas ellas forman parte de los dispositivos racistas del Estado que conforman una política que produce y reproduce subalternidad en función de diferentes marcadores raciales –color de piel, etnicidad, religión, etc.–, deshumanizando unas vidas (despojándolas de derechos) para mantener los privilegios de otros.

Por ello, más allá de demostrar un profundo desconocimiento sobre lo que es el racismo y cuáles son sus dimensiones, la tendencia a equiparar casuísticas con un sistema mayor de opresión como es el racismo, o creer que el racismo se trata de hechos y conductas aisladas que nos pueden afectar a todos y todas por igual en algún momento, conlleva dos peligros que es necesario mencionar.

Primero, reproduce violencia racial al negar e invisibilizar las vivencias de las personas racializadas, algo que se convierte en un hecho muy doloroso y frustrante, sobre todo cuando se produce en un contexto supuestamente afín. Y, segundo, da paso a un discurso antirracista moral que, al poner el acento en actitudes y conductas individuales (por ejemplo, hablar de manzanas podridas dentro de la policía y no de violencia racista policial), saca del foco de atención aquello que constituye el problema de fondo del racismo: las estructuras político-institucionales que le dan sustento.

¿Es necesario educar a la población contra el racismo? Por supuesto. ¿Hay que hacer campañas en medios de comunicación para incidir en valores como el respeto por la diversidad? Claro que sí. Pero hay que tener siempre presente que toda violencia racista –ya sea física, simbólica, institucional o social– está sustentada en una matriz de poder y que, por tanto, la lucha antirracista tiene que ser, ante todo, una batalla política contra esa matriz que permite y legitima la violencia racial.

Ante este hecho, la reflexión sobre las alianzas en la lucha contra el racismo no es un asunto menor. Para empezar, creo firmemente que la primera y más importante alianza es la que se tiene que dar entre nuestras propias comunidades. Debemos consolidar un discurso que poco a poco ha ido tomando fuerza, seguir denunciando el carácter estructural del racismo y, a la vez, continuar reivindicándonos como sujetos políticos de la lucha antirracista desde los diversos lugares de enunciación de nuestras voces y cuerpos.

En este contexto, movimientos afines como la izquierda blanca, el movimiento LGTB y el feminismo hegemónico pueden actuar como aliados/as. El combate contra el racismo debe ser una lucha en la que se implique toda la sociedad (como en toda lucha social). Sin embargo, para emprender una lucha antirracista de manera conjunta es necesario, por una parte, que los colectivos afines dejen de infantilizarnos hablando de nosotras sin nosotras, y, segundo, que revisen críticamente las narrativas occidentalocéntricas desde las que levantan sus discursos de opresión de clase, género y sexualidad, puesto que ni la desaparición de la clase ni del heteropatriarcado pondrán fin al racismo.

Paula Guerra Cáceres es comunicadora social y activista antirracista

Referencias

De Sousa Santos, Boaventura (2010) Epistemologías del sur. México: Siglo XXI.

(2017) Justicia entre saberes: Epistemologías del sur contra el epistemicidio. Madrid: Ediciones Morata.

Fanon, Frantz (2010) Piel negra, máscaras blancas. Madrid: Akal.

Foucault, Michel (1998) Genealogía del racismo. La Plata: Caronte.

Grosfoguel, Ramón (2012) “El concepto de racismo en Michel Foucault y Frantz Fanon: ¿teorizar desde la zona del ser o desde la zona del no-ser?”, Tabula Rasa, 16.

Mignolo, Walter (2014) Desobediencia epistémica. Retórica de la modernidad, lógica de la colonialidad y gramática de la descolonialidad. Buenos Aires: Ediciones del Signo.

Quijano, Aníbal(2000) “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”, en Lander, E. (comp.), La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, Clacso, pp. 122-151.

Right International Spain y Equipo de Implementación del Decenio Afrodescendiente en España (2020) Crisis sanitaria COVID-19: Racismo y xenofobia durante el estado de alarma en España. Madrid: Right International Spain.

vientosur.info/ni-prejuicios-ni-manzanas-podridas-racismo-estructural/


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lunes, 9 de noviembre de 2020

Luis Arce posesiona a su gabinete de ministros y anuncia que su gobierno será austero "Tenemos al frente duras y largas jornadas de trabajo", aseguró el Presidente, quien encargó no sólo la reactivación, sino reconstrucción del Estado.








El presidente Luis Arce Catacora posesionó la tarde de este lunes a su gabinete de ministros, en ambientes de la Casa Grande del Pueblo. Se tratan de 16 ministros entre las que destacan rostros nuevos y con perfil técnico.

 

Éstos son los nuevos ministros posesionados hace instantes.

-Rogelio Mayta, ministro de Relaciones Exteriores.

-Marianela Prada, ministra de la Presidencia.

-Carlos del Castillo, ministro de Gobierno

-Edmundo Novillo, ministro de Defensa.

-Felima Mendoza, ministra de Planificación del Desarrollo.

-Marcelo Montenegro, ministro de Economía.

-Frankin Molina, ministro de Hidrocarburos.

-Néstor Huanca, ministro de Desarrollo Productivo.

-Edgar Montaño, ministro de Obras Públicas.

-Ramiro Villavicencio, ministro de Minería.

-Iván Lima, ministro de Justicia.

-Verónica Navia, ministra de Trabajo.

-Edgar Pozo, ministro de Salud

- Juan Santos, ministro de Medioambiente y Aguas

-Adrián Quelca, ministro de Educación, Deportes y Culturas

-Wilson Cáceres, ministro de Desarrollo Rural y Tierras.

"A los flamantes ministros, ministras de Estado… teníamos que conformar un gabinete a la altura de estos desafíos. Hora que pasa nos enteramos de la patética situación de nuestro Estado. No sólo es reactivación, sino reconstrucción de la Economía. Por eso hemos traído a lo mejor que podíamos traer", manifestó el presidente Arce, en su discurso de posesión.

El Mandatario también pidió a sus ministros un "reporte ejecutivo de la forma en que están recibiendo sus despachos" y anunció que su gobierno será "sumamente austero".

///En desarrollo///



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El TSE emitirá el martes la convocatoria para las elecciones subnacionales






El presidente del Tribunal Supremo Electoral (TSE), Salvador Romero, aseguró que el martes emitirá la convocatoria para las elecciones subnacionales, que se realizarán en marzo del próximo año.

«Ya concluido el proceso electoral de las elecciones generales, el martes el Tribunal Supremo va a convocar a la elección de gobernadores y de alcaldes, que se va a llevar adelante en marzo del 2021», dijo a los periodistas.

Explicó que a partir del 10 de noviembre se debe contabilizar 120 días para que se efectúen esas elecciones para elegir a las nuevas autoridades departamentales y municipales.

Según los plazos establecidos en la normativa electoral, se prevé que hasta la primera quincena de marzo de 2021 se realice las elecciones subnacionales. Romero adelantó que también se conocerá el calendario electoral de esta contienda para gobernadores de los nueve departamentos y 339 alcaldes del país.



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Morales pide justicia para los exvocales del TSE


En su acto de bienvenida, en la localidad boliviana de Villazón, el expresidente Evo Morales aprovechó la oportunidad para pedir a las autoridades judiciales del país hacer un “acto de justicia” y liberar a los ex vocales y miembros del Tribunal Supremo Electoral (TSE), detenidos por el caso del presunto fraude electoral en los comicios de octubre de 2019.

“Quiero pedir a las autoridades judiciales, hagan un acto de justicia con miembros del TSE. No hubo fraude el año pasado, ganamos en primera vuelta y ahora nuevamente ganamos en primera vuelta”, aseveró Morales.

Producto del supuesto fraude electoral del 2019, cabe recordar, los exvocales del TSE y de los tribunales departamentales se encuentran con detención preventiva y domiciliaria, a espera de que culminen las investigaciones del caso.

Por otra parte, el expresidente – que hoy regresó al país tras un año de estar refugiado en Argentina- habló de lo sucedido en noviembre del 2019, cuando dejó Bolivia tras verse obligado a renunciar a la presidencia.

“Si me quedaba tenía dos caminos, el cementerio o Estados Unidos”, recordó a tiempo de resaltar que “en solo un año” el país “recuperó la democracia”, en referencia al triunfo de Luis Arce en las últimas elecciones.

Asimismo, Morales habló del nuevo presidente del Estado Luis Arce, y reiteró que será él quien elija su gabinete de ministros.

“Tiene que elegir a su gente de confianza, el Gabinete será su familia”, señaló Morales, a tiempo de prometer que junto al Presidente se encargarán de “arreglar la economía”.



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Choquehuanca propone volver al equilibrio del individuo con la naturaleza




David Choquehuanca, tras su posesión como vicepresidente del Estado, señaló en su discurso, que el país debe retornar al taypi, al equilibrio del ser humano con la naturaleza, con la comunidad, resaltó que desde el 2006 se camina en este objetivo, recalcó que el odio, el racismo y la discriminación también deben terminar en Bolivia.

Choquehuanca señaló que la sociedad debe recuperar el equilibrio como el cóndor necesita el ala derecha equilibrada con el ala izquierda para poder volar, pidió que todos vayamos juntos, que nadie se quede atrás, que todos tengamos todo, que a nadie le falte nada.

Choquehuanca finalizó señalando que debe terminar la injusticia, el autoritarismo y la persecución a la libertad de expresión, que las mismas deben fluir como la economía, ya no más judicialización de la política y ya no más abuso de poder.



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domingo, 8 de noviembre de 2020

Presidente Luis Arce anuncia un Gobierno para todos y sin discriminación


El flamante presidente de Bolivia, Luis Arce, anunció que su Gobierno se caracterizará por atender las necesidades de todos los sectores, sin ninguna discriminación.

«Este 8 de noviembre de 2020 iniciamos una nueva etapa en nuestra historia y queremos hacerlo con un Gobierno que sea para todas y todos, sin discriminación de ninguna naturaleza, nuestro Gobierno buscará en todo momento reconstruir nuestra patria en unidad para vivir en paz», manifestó en su primer discurso.

Recordó las palabras del líder revolucionario, Marcelo Quiroga Santa Cruz, sobre que «no es el odio lo que impulsa nuestros actos, sino una pasión por la justicia». Arce resaltó que la democracia «es un valor fundamental de los pueblos», mediante el cual el pueblo expresa su voluntad, pero advirtió que también debe ser el «ordenador de la sociedad».

Denunció, asimismo, que los requisitos políticos, para calificar a un sistema democrático, «fueron mutilados en un año de un gobierno de facto». Sin embargo, subrayó que su gestión se caracterizará por la recuperación de los derechos democráticos.



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sábado, 7 de noviembre de 2020

Improvisación y corrupción marcaron el Gobierno de transición de Jeanine Áñez


Con la elección de Luis Arce como presidente de la nación, termina el período de transición de Jeanine Añez, quien asumió la presidencia de Bolivia por sucesión constitucional el 12 de noviembre de 2019, con la misión de pacificar el país y convocar a elecciones generales para el 2020. Añez estrenó su gestión con la firma del decreto 4078, que dio libertad de acción a las Fuerzas Armadas ante las protestas sociales.

Los enfrentamientos de Senkata y Sacaba, dejaron más de 38 muertos y cientos de heridos, ocurridos tras las intervenciones militares. La decisión de presentarse como candidata presidencial fue el punto de inflexión que marcó el aumento de desaprobación y la suerte de “desencantamiento” por parte de los grupos afines a la mandataria.

La noche del 24 de enero, comenzó su debilitamiento, cuando confirmó que se sumaría a la pugna por la silla presidencial. El 10 de marzo de 2020, se detectan los dos primeros casos de COVID-19 en el país y a partir de ese momento el gobierno de transición se caracterizó por la improvisación y la falta de capacidad en su gestión, dando paso a un fuerte proceso de desinstitucionalización que hace que se avance hacia una pandemia con graves problemas de Gobierno.

Esta crisis empeora a principios de abril, cuando el ministro de Salud, Aníbal Cruz, renuncio a su cargo «por motivos personales». En su lugar fue nombrado Marcelo Navajas, quien permaneció en esa responsabilidad por un mes. Navajas fue detenido y removido de su cargo en mayo de 2020, en medio de un escándalo de corrupción por la compra con sobreprecio de 170 equipos de respiración asistida que sumados a la falta de equipamiento y el mal manejo de la crisis, generaron el repudio de la gente.

El 23 de julio, el TSE anuncia una nueva postergación de los comicios hasta el 18 de octubre, para cuando se espera que Bolivia esté lejos del pico de la pandemia y una eventual segunda vuelta se celebraría el 29 de noviembre. Ante esa situación a partir del 1 de agosto, la Central Obrera Boliviana (COB) y varios sectores sociales y campesinos comenzaron movilizaciones y bloqueos de carreteras para pedir que las elecciones no se posterguen y finalmente el 13 de agosto, ante las presiones, la presidenta Áñez promulgó la ley ratificando que los comicios se celebrarían el 18 de octubre, después de que el Parlamento aceptara la fecha.

Finalmente y tras la pérdida de apoyo en las encuestas que ubicaban en el primer lugar de la preferencia de la gente al binomio del MAS, el 17 de septiembre, Áñez declina su candidatura y justifica que su decisión fue para “cuidar la democracia” ante el riesgo de que por la “división del voto democrático” el MAS gane las elecciones.

Bolivia en poco más de un año logró llevar adelante dos procesos electorales, enseñando a la clase política que la ciudadanía tiene una alta cultura democrática y que al momento de votar, la gente expresa lo que realmente quiere.



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miércoles, 28 de octubre de 2020

Gobierno: La biotecnología es necesaria para incrementar la producción en el país


El Ministerio de Desarrollo Rural señala que es necesario el uso de la biotecnología para incrementar la producción en el país y esta no causa daño en la salud, especialistas aseguran lo contrario y sugieren recurrir a la genética tradicional.

Eliane Capobianco, ministra de Desarrollo Rural, asegura que el uso de la biotecnología es necesaria para garantizar seguridad alimentaria en el país, actualmente se trabaja en la reglamentación de 2 normas que establecerán o determinaran si los productos genéticamente modificados son necesarios.

Pero el uso de la biotecnología en alimentos es cuestionado por diferentes sectores que se oponen al consumo de productos transgénicos, siendo que un producto genéticamente modificado, según estudios, puede causar daños en la salud como cáncer, problemas de colon por la alteración que produce en el aparato digestivo y otros.

El investigador, Roger Carvajal, señala que un producto genéticamente modificado afecta a la salud y mucho más cuando se combina con pesticidas como el glifosato que es bastante utilizado en Argentina.

Artículo de Wilma Catari



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domingo, 26 de abril de 2020

MadalBo: ¡Tenía que venir un virus para poner patas arriba ...

MadalBo: ¡Tenía que venir un virus para poner patas arriba ...:





¡Tenía que venir un virus para poner patas arriba el capitalismo!

¿Ha venido el covid-19 para quedarse? No cabe duda de que la pandemia que estamos viviendo, con sus devastadores efectos tanto en términos humanos como socioeconómicos pone en primer plano, confrontándonos, aquello que a menudo no queremos ver. Ya no hay escapatoria. La muerte, el aislamiento y la crisis nos confronta directamente nuestro modo de vida, anclado en un sistema económico desigual, alienante y corrosivo. El covid-19 nos invita a cuestionarnos, especialmente a los economistas, las falacias del capitalismo y los mitos acerca de nuestro supuesto bienestar. Es lo que tiene la distopía. Desde confines más oscuros podemos ver más claro, porque ya no hay donde escondernos ni donde distraernos.


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MadalBo: Una crisis que desvanece todo lo sólido en el aire...

MadalBo: Una crisis que desvanece todo lo sólido en el aire...: La única salida es algún tipo de (eco) socialismo democrático. Empecemos por colocar en el centro de la propuesta post Covid-19 el rep...





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MadalBo: Tres lecciones científicas que nos deja el coronav...: El coronavirus SARS-CoV-2 y la enfermedad COVID-19 son una experiencia dolorosa, pero también nos proporciona excelentes lecciones de ...

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MadalBo: Covid19 y la doctrina del shock en los mercados fi...: Hace algo más de un mes, el 20 de febrero, el principal índice de la Bolsa de Nueva York, el Standard and Poors 500, alcanzaba sus máxi...

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sábado, 11 de abril de 2020

La pandemia es un portal


Fuentes: Financial Times
¿Quién puede usar el término «se volvió viral» hoy en día sin estremecerse un poco? ¿Quién puede observar algo: una manija de la puerta, un envase de cartón, una bolsa de verduras, sin imaginar que está repleta de esas burbujas invisibles, no muertas pero sin vida, salpicadas de ventosas que esperan adherirse a nuestros pulmones?
¿A quién se le ocurre besar a un extraño, subirse a un autobús o enviar a su hijo a la escuela sin sentir miedo real? ¿Quién puede pensar en cualquier placer ordinario sin evaluar su riesgo? ¿Quién de nosotros no es epidemiólogo, virólogo, estadístico o profeta? ¿Qué científico o médico no está orando en secreto por un milagro? ¿Qué sacerdote no está, al menos en secreto, sometiéndose a la ciencia?
Pero, incluso mientras el virus prolifera, ¿a quién no le emociona la ola de cantos de pájaros en las ciudades, los pavos reales que bailan en los cruces de tráfico y el silencio en los cielos?
El número de casos en todo el mundo esta semana aumentó más de un millón. Más de 50.000 personas han muerto. Las proyecciones sugieren que el número aumentará a cientos de miles, tal vez más. El virus se ha movido libremente por los caminos del comercio y el capital internacional, y la terrible enfermedad que ha traído a su paso ha encerrado a los humanos en sus países, sus ciudades y sus hogares.
Pero a diferencia del flujo de capital, este virus busca la proliferación, no la ganancia y, por lo tanto, sin darse cuenta, en cierta medida, ha revertido la dirección del flujo. Se ha burlado de los controles de inmigración, la biometría, la vigilancia digital y cualquier otro tipo de análisis de datos, y ha golpeado con fuerza, hasta ahora, en las naciones más ricas y poderosas del mundo, deteniendo el motor del capitalismo. Tal vez temporalmente, pero al menos durante el tiempo suficiente como para que examinemos sus partes, hagamos una evaluación y decidamos si queremos ayudar a arreglarlo o buscar un motor mejor.
A los mandarines que manejan esta pandemia les gusta hablar de guerra. Ni siquiera utilizan la guerra como metáfora, la usan literalmente. Pero si realmente fuera una guerra, ¿quién estaría mejor preparado que los Estados Unidos? Si los soldados de la primera línea no necesitaran máscaras y guantes, sino armas, bombas inteligentes, búnkers, submarinos, aviones de combate y bombas nucleares, ¿habría escasez?
Noche tras noche, desde el otro lado del mundo, algunos de nosotros miramos las conferencias de prensa del gobernador de Nueva York con una fascinación que es difícil de explicar. Seguimos las estadísticas y escuchamos las historias de hospitales abrumados en los Estados Unidos. Relatos de enfermeras mal pagadas y con exceso de trabajo que tienen que hacer máscaras con bolsas de basura y gabardinas viejas, arriesgando todo para ayudar a los enfermos. Historias sobre los Estados que se ven obligados a competir entre sí por respiradores, sobre los dilemas de los médicos acerca de qué paciente debe recibir uno y quienes deben morir. Y pensamos, para nosotros mismos: “¡Dios mío! ¡Esto es América!»
La tragedia es inmediata, real, épica y se desarrolla ante nuestros ojos. Pero no es algo nuevo. Son los restos de un tren que ha estado yendo por la misma vía durante años. ¿Quién no recuerda los videos de «abandono de pacientes»: personas enfermas, todavía con sus batas de hospital, desnudas, arrojadas subrepticiamente en las esquinas? Las puertas de los hospitales se han cerrado con demasiada frecuencia a los ciudadanos menos afortunados de los Estados Unidos. No ha importado cuán enfermos han estado o cuánto han sufrido.
Al menos no hasta ahora, porque ahora, en la era del virus, la enfermedad de una persona pobre puede afectar la salud de toda la sociedad rica. Y, sin embargo, incluso ahora, Bernie Sanders, el senador que ha hecho una campaña por la atención médica para todos, es considerado un caso atípico en su apuesta por la Casa Blanca, incluso por su propio partido.
¿Y qué hay de mi país, mi país pobre y rico, la India, suspendido en algún lugar entre el feudalismo y el fundamentalismo religioso, entre la casta y el capitalismo, gobernado por nacionalistas hindúes de extrema derecha?
En diciembre, mientras China luchaba contra el brote del virus en Wuhan, el gobierno de la India estaba lidiando con un levantamiento masivo de cientos de miles de sus ciudadanos, que protestaban contra la descaradamente discriminatoria ley de ciudadanía anti-musulmana que acababa de aprobarse en el Parlamento.
El primer caso de Covid-19 fue reportado en la India el 30 de enero, solo días después de que el honorable invitado principal de nuestro Desfile del Día de la República, el devorador de bosques del Amazonas y negador del coronavirus, Jair Bolsonaro, hubiera abandonado Delhi. Pero había mucho que hacer en febrero para que el virus entrara en el calendario del partido gobernante. Hubo una visita oficial del presidente Donald Trump programada para la última semana del mes. Le había atraído la promesa de una audiencia de un millón de personas en un estadio deportivo en el estado de Gujarat. Todo eso llevó mucho dinero y mucho tiempo.
Luego hubo elecciones en la Asamblea de Delhi que el Partido Bharatiya Janata había programado para perder, a menos que mejorara su juego, lo que hizo, desatando una campaña nacionalista hindú viciosa, sin restricciones, repleta de amenazas de violencia física y la acusación de «traidores». Perdió, de todos modos. Entonces hubo un castigo para los musulmanes de Delhi, a quienes se culpó por la humillación. Multitudes armadas de vigilantes hindúes, respaldados por la policía, atacaron a musulmanes en los barrios de la clase trabajadora del noreste de Delhi. Se quemaron casas, tiendas, mezquitas y escuelas. Los musulmanes, que esperaban el ataque, contraatacaron. Más de cincuenta personas, entre musulmanes y algunos hindúes, fueron asesinadas.
Miles de personas se mudaron a campos de refugiados en cementerios locales. Los cuerpos mutilados todavía estaban siendo sacados de la red de desagües sucios y apestosos cuando los funcionarios del gobierno tuvieron su primer encuentro sobre el Covid-19 y la mayoría de los indios comenzaron a escuchar acerca de la existencia de algo llamado desinfectante de manos. Marzo también estuvo ocupado. Las primeras dos semanas se dedicaron a derrocar al gobierno del Congreso en el estado de Madhya Pradesh, en el centro de India, y a instalar un gobierno BJP en su lugar. El 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud declaró que Covid-19 era una pandemia. Dos días después, el 13 de marzo, el ministerio de salud dijo que el coronavirus «no es una emergencia sanitaria».
Finalmente, el 19 de marzo, el primer ministro indio se dirigió a la nación. No había hecho mucha tarea. Tomó prestado el libro de recetas de Francia e Italia. Nos habló de la necesidad de «distanciamiento social» (fácil de entender para una sociedad tan inmersa en la práctica de la casta) y pidió un día de «toque de queda del pueblo», el 22 de marzo. No dijo nada sobre lo que su gobierno iba a hacer en la crisis, pero pidió a la gente que salga a sus balcones, toquen las campanas y golpeen sus ollas y sartenes para saludar a los trabajadores de la salud.
No mencionó que, hasta ese mismo momento, la India había estado exportando equipo de protección y equipo respiratorio, en lugar de guardarlo para los trabajadores de salud y hospitales del país.
No es sorprendente que la solicitud de Narendra Modi fue recibida con gran entusiasmo. Hubo marchas, bailes comunitarios y procesiones. No hubo mucho distanciamiento social. En los días siguientes, los hombres fueron por barriles de estiércol de vaca sagrada, y los partidarios de BJP organizaron fiestas para beber orina de vaca. Para no quedarse atrás, muchas organizaciones musulmanas declararon que el Todopoderoso era la respuesta al virus y pidieron a los fieles que se reunieran en mezquitas en gran número. El 24 de marzo, a las ocho de la noche, Modi apareció nuevamente en la televisión para anunciar que, desde la medianoche en adelante, toda la India estaría bajo aislamiento. Los mercados estarían cerrados. Todo transporte, tanto público como privado, sería cancelado.
Dijo que estaba tomando esta decisión no solo como primer ministro, sino como el anciano de nuestra familia. ¿Quién más puede decidir, sin consultar a los gobiernos estatales que tendrían que lidiar con las consecuencias de esta decisión, que una nación de mil trescientos ochenta  millones de personas debería ser encerrada sin ninguna preparación y con cuatro horas de aviso? Sus métodos definitivamente dan la impresión de que el primer ministro de India piensa en los ciudadanos como una fuerza hostil que necesita ser emboscada, tomada por sorpresa, pero nunca confiable.
Encerrados estábamos. Muchos profesionales de la salud y epidemiólogos han aplaudido este movimiento. Quizás tengan razón en teoría. Pero seguramente ninguno de ellos puede soportar la calamitosa falta de planificación o preparación que convirtió el aislamiento más grande y punitivo del mundo en exactamente lo contrario de lo que estaba destinado a lograr.
El hombre que ama los espectáculos creó a la madre de todos los espectáculos.
Mientras observaba un mundo horrorizado, la India se reveló con toda su vergüenza, su brutalidad estructural y social, su desigualdad económica, su insensible indiferencia al sufrimiento.
El aislamiento funcionó como un experimento químico que, de repente, iluminó cosas ocultas. A medida que las tiendas, los restaurantes, las fábricas y la industria de la construcción se cerraron, mientras los ricos y las clases medias se encerraron en barrios privados, nuestros pueblos y megaciudades comenzaron a expulsar a sus ciudadanos de clase trabajadora, sus trabajadores migrantes, como una acumulación no deseada.
Muchos fueron expulsados ​​por sus empleadores y propietarios, millones de personas pobres, hambrientas y sedientas, jóvenes y viejos, hombres, mujeres, niños, personas enfermas, personas ciegas, personas discapacitadas, sin ningún otro lugar a donde ir, sin transporte público a la vista, comenzaron una larga marcha hacia sus aldeas. Caminaron durante días, hacia Badaun, Agra, Azamgarh, Aligarh, Lucknow, Gorakhpur, a cientos de kilómetros de distancia. Algunos murieron en el camino.
Sabían que iban a casa potencialmente para frenar el hambre. Quizás incluso sabían que podrían llevar el virus con ellos e infectarían a sus familias, a sus padres y abuelos en casa, pero necesitaban desesperadamente un poco de familiaridad, refugio y dignidad, así como comida, y también amor.
Mientras caminaban, algunos fueron golpeados brutalmente y humillados por la policía, acusada de hacer cumplir estrictamente el toque de queda. Se hizo que los hombres jóvenes se agacharan e hicieran saltos de rana por la carretera. En las afueras de la ciudad de Bareilly, un grupo fue reunido y lavado con una manguera con spray químico.
Pocos días después, preocupado de que la población en fuga propagara el virus a las aldeas, el gobierno selló las fronteras estatales incluso para los caminantes. Las personas que habían estado caminando durante días fueron detenidas y obligadas a regresar a campamentos en las ciudades de las que acababan de obligarles a irse.
Entre las personas mayores se evocaron los recuerdos de la transferencia de población de 1947, cuando la India se dividió y nació Pakistán. Excepto que este éxodo actual fue impulsado por divisiones de clase, no por la religión. Aún así, estas no eran las personas más pobres de la India. Estas eran personas que tenían (al menos hasta ahora) trabajo en la ciudad y sus  hogares para regresar. Los desempleados, las personas sin hogar y los desesperados permanecieron donde estaban, en las ciudades y en el campo, donde la angustia profunda crecía mucho antes de que ocurriera esta tragedia. Durante estos días horribles, el ministro de asuntos internos, Amit Shah, permaneció ausente de la vista pública. Cuando comenzó la caminata en Delhi, utilicé con frecuencia un pase de prensa de una revista para la que escribo para conducir a Ghazipur, en la frontera entre Delhi y Uttar Pradesh.
La escena era bíblica. O tal vez no. La Biblia no podría haber conocido números como estos. El aislamiento para forzar el distanciamiento físico había resultado en lo contrario: compresión física en una escala impensable. Esto es cierto incluso dentro de los pueblos y ciudades de la India. Las carreteras principales pueden estar vacías, pero los pobres están hacinados en cuartos estrechos en barrios marginales y chabolas.
Todas las personas que caminaban con las que hablé estaban preocupadas por el virus. Pero era menos real, menos presente en sus vidas, que el inminente desempleo, el hambre y la violencia de la policía. De todas las personas con las que hablé ese día, incluido un grupo de sastres musulmanes que habían sobrevivido a los ataques anti-musulmanes solo unas semanas atrás, fueron las palabras de un hombre las que me preocuparon especialmente. Era un carpintero llamado Ramjeet, que planeaba caminar hasta Gorakhpur, cerca de la frontera con Nepal.
“Quizás cuando Modiji decidió hacer esto, nadie le habló de nosotros. Quizás él no sepa de nosotros», dijo. «Nosotros» significan aproximadamente cuatrocientos sesenta millones de personas. Los gobiernos estatales en la India (como en los Estados Unidos) han mostrado más corazón y comprensión durante la crisis. Los sindicatos, los ciudadanos privados y otros colectivos están distribuyendo alimentos y raciones de emergencia. El gobierno central ha tardado en responder a sus desesperados pedidos de fondos. Resulta que el Fondo Nacional de Socorro del primer ministro no tiene efectivo disponible. En cambio, el dinero de los simpatizantes está llegando al nuevo y misterioso fondo PM-CARES. Las comidas pre-empaquetadas con la cara de Modi en ellas han comenzado a aparecer.
Además de esto, el primer ministro ha compartido sus videos de yoga nidra, en los que un Modi animado y transformado, con un cuerpo de ensueño, muestra asanas de yoga para ayudar a las personas a lidiar con el estrés del autoaislamiento. El narcisismo es profundamente preocupante. Quizás una de las asanas podría ser una asana en la que Modi solicita al primer ministro francés que nos permita renunciar al muy problemático acuerdo de aviones de combate Rafale y usar esos 7.8 mil millones de euros para las medidas de emergencia que se necesitan desesperadamente para apoyar a millones de personas hambrientas. Seguramente los franceses lo entenderán. A medida que el bloqueo entra en su segunda semana, las cadenas de suministro se han roto, los medicamentos y los suministros esenciales se están agotando. Miles de camioneros siguen abandonados en las carreteras, con poca comida y agua. Los cultivos en pie, listos para ser cosechados, se están pudriendo lentamente.
La crisis económica está aquí. La crisis política está en curso. Los principales medios de comunicación han incorporado la historia del Covid-19 en su campaña anti-musulmana. Una organización llamada Tablighi Jamaat, que celebró una reunión en Delhi antes de que se anunciara el cierre, resultó ser un «súper propagador». Eso se está utilizando para estigmatizar y demonizar a los musulmanes. El tono general sugiere que los musulmanes inventaron el virus y lo han propagado deliberadamente como una forma de yihad.
La crisis del coronavirus aún está por llegar. O no. No lo sabemos. Si lo hace, y puede hacerlo, podemos estar seguros de que se abordará, con todos los prejuicios prevalecientes de la religión, la casta y la clase completamente en su lugar.
Hoy (2 de abril) en la India hay casi 2,000 casos confirmados y 58 muertes. Estos son seguramente números poco confiables, basados ​​en pocas pruebas. La opinión de los expertos varía enormemente. Algunos predicen millones de casos. Otros piensan que el costo será mucho menor. Es posible que nunca conozcamos los contornos reales de la crisis, incluso cuando nos golpee. Todo lo que sabemos es que la carrera en los hospitales aún no ha comenzado.
Los hospitales y clínicas públicas de la India, que no pueden hacer frente a los casi un millón de niños que mueren de diarrea, desnutrición y otros problemas de salud cada año, con los cientos de miles de pacientes con tuberculosis (una cuarta parte de los casos del mundo), con una vasta anemia y con la población desnutrida vulnerable a cualquier cantidad de enfermedades menores que resulten fatalas para ellos, no podrán hacer frente a una crisis como la que están enfrentando ahora Europa y los Estados Unidos.
Toda la atención médica está más o menos en espera ya que los hospitales han sido puestos al servicio del virus. El centro de traumatología del legendario Instituto de Ciencias Médicas All India en Delhi está cerrado, los cientos de pacientes con cáncer, conocidos como refugiados de cáncer, viven en las carreteras fuera de ese enorme hospital, conducidos como ganado.
La gente se enfermará y morirá en casa. Puede que nunca sepamos sus historias. Puede que ni siquiera se conviertan en estadísticas. Solo podemos esperar que los estudios que dicen que al virus no le gusta el clima cálido, sea correcto (aunque otros investigadores han puesto en duda esto). Nunca un pueblo anheló tan irracionalmente y tanto por un verano indio ardiente y castigador.
¿Qué es esto que nos ha pasado? Es un virus, sí. En y por sí mismo no tiene ningún resumen moral. Pero definitivamente es más que un virus. Algunos creen que es la forma en que dios nos llega a nuestros sentidos. Otros dicen que es una conspiración china para dominar el mundo. Sea lo que sea, el coronavirus ha arrodillado al poderoso y ha detenido el mundo como nada más pudo hacerlo. Nuestras mentes todavía están corriendo de un lado a otro, anhelando un retorno a la «normalidad», tratando de unir nuestro futuro a nuestro pasado y negándose a reconocer la ruptura. Pero la ruptura existe. Y en medio de esta terrible desesperación, nos ofrece la oportunidad de repensar la máquina del fin del mundo que hemos construido para nosotros mismos. Nada podría ser peor que volver a la normalidad.
Históricamente, las pandemias han obligado a los humanos a romper con el pasado e imaginar su mundo de nuevo. Esta no es diferente. Es un portal, una puerta de enlace entre un mundo y el siguiente. Podemos elegir atravesarla, arrastrando los cadáveres de nuestro prejuicio y odio, nuestra avaricia, nuestros bancos de datos e ideas muertas, nuestros ríos muertos y cielos humeantes detrás de nosotros. O podemos caminar a la ligera, con poco equipaje, listos para imaginar otro mundo. Y listos para luchar por él.

Traducción al castellano para Comunizar: Catrina Jaramillo.



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miércoles, 8 de abril de 2020

Los gobiernos liberales aprovechan el desastre del coronavirus para desregular a costa del medio ambiente


Fuentes: Público
La emergencia de la covid-19 está provocando que algunos gobiernos dinamiten los avances en materia ambiental con la excusa de que sólo así se podrá salvar la economía. 
El sol se pone detrás de un gato de la bomba de petróleo crudo en una plataforma de perforación en la cuenca del Pérmico en el condado de Loving, Texas, Estados Unidos.(REUTERS / Angus Mordant)
El mundo dejará de ser como lo conocemos, pero el capitalismo se resiste a ello. El coronavirus –y la crisis global que ha traído consigo– ha puesto al poder en la tesitura de tener que elegir, por primera vez en mucho tiempo, entre la vida o el negocio. Son, en definitiva, dos tensiones dialécticas que siempre han estado ahí, pero que ahora pugnan casi de manera definitiva por su hegemonía. Lo público, frente a lo privado. El estado como ente protector, frente a las instituciones como herramienta de desregulación.
Si bien es cierto que desde algunos gobiernos europeos se está tratando de abordar esta crisis desde una perspectiva social, la realidad de la emergencia sanitaria también se convierte en un shock perfecto para el negocio privado y el desmantelamiento de leyes imprescindibles para proteger el medio ambiente. El capitalismo del desastre se rearma. «Desgraciadamente, creo que hay un riesgo real de que se termine imponiendo la lógica desarrollista en la cual todo vale para seguir creciendo», argumenta Juan López de Uralde, diputado y presidente de la Comisión para la Transición Ecológica del Congreso de los Diputados.
«La pandemia nos empieza a dibujar un escenario que va a ser totalmente distinto al actual. Por un lado están los que apuestan por la necesidad de redoblar el crecimiento y, por otro, un imaginario que, hasta ahora, nos parecía imposible, que plantea poner la vida en el centro. Cuando la pandemia termine tendremos una disputa muy fuerte entre estas dos visiones», apunta Luis González Reyes, autor de En la espiral de la energía y doctor en Químicas. La primera de las visiones es la que hasta el momento ha dominado y por el momento, según el experto, sigue manteniendo una «visión miope al continuar apostando por redoblar el crecimiento», pese a la crisis. 
Esta realidad, la del crecimiento a toda costa, propicia que determinados Estados den la espalda a la descarbonización de la economía y se apoyen en una desregulación ambiental que permita nuevos proyectos y nuevos planes ligados a los combustibles fósiles. De esta forma, el shock provocado por la covid-19 puede ser visto por determinadas élites como una oportunidad para apostar por un crecimiento económico a costa del planeta.
EEUU y el ‘déjà vu’ de la desregulación
La administración Trump parece resucitar los principios de la Escuela de Chicago que tanto daño social y tantos beneficios económicos dieron tras la catástrofe del huracán Katrina, cuando las inundaciones y las tormentas sirvieron de excusa para despedir a miles de docentes y privatizar la escuela pública de Nueva Orleans. Ahora, la enfermedad covid-19 se presta como una cortina de humo útil para que el Ejecutivo republicano desmantele algunas de las legislaciones y de luz verde a proyectos económicos basados en los combustibles fósiles.
Uno de los primeros pasos se dio el 27 de marzo, mientras las cifras de contagios por coronavirus se multiplicaban exponencialmente. Así, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) anunció que las leyes que velan por el medio ambiente se suprimirían durante la situación de emergencia sanitaria. Una decisión que llegaba unos días después de que el Instituto Americano del Petróleo pidiera al presidente Trump que se rebajaran las restricciones durante la crisis para poder «garantizar el suministro de combustible durante el brote».
«La política adoptada por la EPA no llueve del cielo, en las semanas previas la industria ya venía reclamando una desregulación ambiental. Algunos actores económicos como la Cámara de Comercio o el American Petroleum Institute habían enviado cartas al Gobierno de Estados Unidos en los días previos solicitando relajación de impuestos y de normas», explica en un comunicado Samuel Martín-Sosa, responsable de Internacional en Ecologistas en Acción.
A ello, se suma que el Gobierno republicano ha reactivado la construcción de un oleoducto de casi 2.000 kilómetros que atravesará varios estados –dividiendo reservas indígenas norteamericanas– y tendrá un gran impacto ambiental debido a ser una infraestructura destinada al transporte de cerca de 830.000 barriles de petróleo diarios.
Carbón chino
China parece haber superado la embestida más fuerte del coronavirus y algunas de sus ciudades ya empiezan a volver a la normalidad. Sin embargo, la crisis ha sacudido con fuerza los cimientos de la economía del estado asiático, que parecía situarse en la senda hacia la descarbonización. La coyuntura actual, con una pandemia que se extiende por todos los confines del planeta y una cumbre del clima aplazada hasta el año siguiente, ha facilitado que el Gobierno mire hacia el carbón para tratar de recuperar los daños económicos causados por la covid-19. «En lugar de apostar por un fortalecimiento, parece que apuestan por debilitar las restricciones ambientales», apunta Uralde.
Tanto es así, que el Ejecutivo chino ha anunciado un estímulo de más de 6.000 millones de euros destinado a la construcción de una decena de plantas de carbón por todo el país, lo que, según un informe de Carbon Brief, dificultará aún más que el gigante asiático cumpla con los objetivos de reducción de emisiones marcados por el Acuerdo de París. «Las emisiones de CO2 aumentaron por tercer año consecutivo en 2019 alrededor del 2% y sólo el 35% del aumento en la demanda de energía fue cubierto por fuentes bajas en carbono», señala el informe.
«La principal razón por la que China apuesta por el carbón es porque sus posibilidades de extracción nacional de petróleo se queda lejos para sus ritmos de crecimiento. Esto es simplemente una estrategia para depender lo menos posible del exterior, lo que le puede servir para intentar crecer durante un tiempo determinado», expone González Reyes.
Europa, ¿una oportunidad perdida?
En Europa, el shock del coronavirus puede llevarse consigo todos los avances en políticas verdes; desde el Green New Deal, que ya empieza a ser cuestionado por determinadas economías estatales, hasta algunas legislaciones concretas. Aunque todavía no se ha dado ningún paso definitivo, la realidad muestra que los sectores más conservadores y reaccionarios ven en la pandemia una oportunidad para la desregulación.
Tanto es así, que el Grupo de Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) ha reclamado en el Parlamento que «el dinero asignado a la política climática» se destine a la pandemia, bajo el argumento de que es tiempo de «poner el pragmatismo primero». Algo similar ha pedido el Partido Popular Europeo (PPE), señalando la necesidad de paralizar la estrategia De la granja al plato con la que se pretende reducir las emisiones de CO2 en la cadena alimentaria e incentivar la producción de proximidad y cercanía. «Ahora, es esencial utilizar nuestra energía para encontrar medidas adecuadas para ayudar a nuestros agricultores y restablecer buenas condiciones de trabajo y de mercado para ellos», defendía Herbert Dorfmann, portavoz del PPE.
Andalucía y la desregulación ambiental
En Andalucía la situación de crisis ha permitido que la Junta convalide un decreto de mejora y simplificación de 21 leyes con la intención de fomentar la actividad productiva en la región. Se trata de una medida que, según el Gobierno Andaluz, viene a poner fin a «la maraña burocrática y el exceso de legislación» que suponen una barrera para el «crecimiento económico». Sin embargo, según han denunciado las organizaciones ecologistas, se trata de un paso más para «la desregulación ambiental».
El decreto, aprobado con los apoyos de PP, Cs y Vox, supone una vuelta a las políticas previas a la Gran Recesión de 2008, ya que elimina algunas restricciones urbanísticas y abre la puerta al ladrillo. Tanto es así, que la simplificación legislativa aprobada por la derecha andaluza reduce los plazos en la tramitación de planes urbanísticos, sustituye los Planes Especiales y Proyectos de Actuación sobre Suelo No Urbanizable para la construcción de minas o canteras por un simple «informe preceptivo», lo que elimina, según denuncia las organizaciones ambientalistas, la obligación de someter los planes a una Evaluación Ambiental Estratégica (EAE).
También se modifica la Ley del Sector Público de Andalucía y se permite, con el argumento de «dinamizar la economía», la privatización del patrimonio agrario público de la Junta. Además, la Ley 8/2018, de 8 de octubre, de medidas frente al cambio climático queda alterada en su esencia. Concretamente, se elimina la obligación del cálculo de la huella de carbono de los productos y los servicios prestados por las empresas. De esta forma, el registro del impacto ambiental se hará de manera voluntaria y el periodo en el que cada compañía presentaba sus datos se amplía de dos a cuatro años.



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Boletín de noticias hoy 23/02/2024

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