Con la elección de Luis Arce como presidente de la nación, termina el período de transición de Jeanine Añez, quien asumió la presidencia de Bolivia por sucesión constitucional el 12 de noviembre de 2019, con la misión de pacificar el país y convocar a elecciones generales para el 2020. Añez estrenó su gestión con la firma del decreto 4078, que dio libertad de acción a las Fuerzas Armadas ante las protestas sociales.
Los enfrentamientos de Senkata y Sacaba, dejaron más de 38 muertos y cientos de heridos, ocurridos tras las intervenciones militares. La decisión de presentarse como candidata presidencial fue el punto de inflexión que marcó el aumento de desaprobación y la suerte de “desencantamiento” por parte de los grupos afines a la mandataria.
La noche del 24 de enero, comenzó su debilitamiento, cuando confirmó que se sumaría a la pugna por la silla presidencial. El 10 de marzo de 2020, se detectan los dos primeros casos de COVID-19 en el país y a partir de ese momento el gobierno de transición se caracterizó por la improvisación y la falta de capacidad en su gestión, dando paso a un fuerte proceso de desinstitucionalización que hace que se avance hacia una pandemia con graves problemas de Gobierno.
Esta crisis empeora a principios de abril, cuando el ministro de Salud, Aníbal Cruz, renuncio a su cargo «por motivos personales». En su lugar fue nombrado Marcelo Navajas, quien permaneció en esa responsabilidad por un mes. Navajas fue detenido y removido de su cargo en mayo de 2020, en medio de un escándalo de corrupción por la compra con sobreprecio de 170 equipos de respiración asistida que sumados a la falta de equipamiento y el mal manejo de la crisis, generaron el repudio de la gente.
El 23 de julio, el TSE anuncia una nueva postergación de los comicios hasta el 18 de octubre, para cuando se espera que Bolivia esté lejos del pico de la pandemia y una eventual segunda vuelta se celebraría el 29 de noviembre. Ante esa situación a partir del 1 de agosto, la Central Obrera Boliviana (COB) y varios sectores sociales y campesinos comenzaron movilizaciones y bloqueos de carreteras para pedir que las elecciones no se posterguen y finalmente el 13 de agosto, ante las presiones, la presidenta Áñez promulgó la ley ratificando que los comicios se celebrarían el 18 de octubre, después de que el Parlamento aceptara la fecha.
Finalmente y tras la pérdida de apoyo en las encuestas que ubicaban en el primer lugar de la preferencia de la gente al binomio del MAS, el 17 de septiembre, Áñez declina su candidatura y justifica que su decisión fue para “cuidar la democracia” ante el riesgo de que por la “división del voto democrático” el MAS gane las elecciones.
Bolivia en poco más de un año logró llevar adelante dos procesos electorales, enseñando a la clase política que la ciudadanía tiene una alta cultura democrática y que al momento de votar, la gente expresa lo que realmente quiere.
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