Hasta el sábado, los coqueteos del Gobierno con los instintos petroleros más depredadores parecían ser fruto de las ambiciones de algunos ministros y presidente de YPFB. Desde el sábado, el presidente Evo Morales se encuentra en el centro mismo de esos intereses.
No era necesario que el presidente Evo Morales se fuera hasta Bermejo para sacramentar, como tituló este diario, la firma de un contrato que ya se había acordado con Petrobras tras un año de negociaciones y ya había sido aprobado por las dos cámaras. Evo podía haber tratado de salvaguardar su imagen y promulgar la Ley en privado, como ordinariamente hace. Podía haber mandado a sus ministros a hacer la presentación y la explicación pertinente, pero no. Morales decidió asumir todo el peso de la responsabilidad y aparecer en la foto pública de los contratos que permiten la exploración en la Reserva Natural de Flora y Fauna de Tariquía, uno de los tres pulmones de Tarija y posiblemente, el más importante por sus condiciones de preservación virgen hasta hace bien poco.
El detalle no es menor. Morales ha hecho bandera de la “madre tierra” y en el mundo entero, más allá del discurso del primer presidente indígena, se lo tiene por un ecologista militante y convencido. Esta decisión ya ha empezado a correr en los círculos progresistas del continente, donde buscan justificaciones para una operación tal vez demasiado arriesgada.
Es cierto que la exploración en la Reserva Natural de Tariquía apenas ingresa en un 0,025, apenas 80 hectáreas de las 250.000 podrían verse afectadas, pero precisamente por el empeño en mantenerlas dentro del contrato se advierte del interés precisamente hacia ese sector. Se trata del área de San Telmo, espacios donde los lugareños dicen haber tenido conocimiento de actividad en el pasado, algo que es lo que refuerza los empeños del Ministerio de Hidrocarburos sobre el sector.
Es cierto que la exploración en la Reserva Natural de Tariquía apenas ingresa en un 0,025, apenas 80 hectáreas de las 250.000 podrían verse afectadas, pero precisamente por el empeño en mantenerlas dentro del contrato se advierte del interés precisamente hacia ese sector. Se trata del área de San Telmo, espacios donde los lugareños dicen haber tenido conocimiento de actividad en el pasado, algo que es lo que refuerza los empeños del Ministerio de Hidrocarburos sobre el sector.
Morales da alas así al Ministro de Hidrocarburos, Luis Alberto Sánchez, uno de sus más allegados y quien más ha impulsado el proyecto, primero por la vía de la socialización y luego, cuando no le funcionó, por la de la imposición. En paralelo, todas las agencias del Gobierno se han volcado en dividir a las comunidades para acallar el rechazo. Prácticamente todas las comunidades han recibido viviendas sociales del Gobierno en los últimos meses y se han prometido también mejora en servicios básicos y comunicaciones. Un trabajo que, sin escrúpulos, ha logrado silenciar la protesta local. Tariquía no será más ese lugar idílico en el que la buena gente ayudaba a los visitantes y disfrutaban de su incomunicación, ahora serán simplemente una comunidad pobre y alejada más, pero con viviendas y tal vez cancha de pasto sintético.
El siguiente sueño del Ministro Luis Alberto Sánchez, aunque ha empezado a contemporizar sus optimistas declaraciones, es el del shale gas, el de la exploración no convencional, el de la fractura hidráulica conocida mundialmente como “fracking” y que espanta a los ecologistas con solo oír su nombre. En febrero y marzo se refirió en varias ocasiones a las elevadas reservas que Bolivia tendría en ese compuesto cuya extracción amenaza a las fuentes de agua y, eminentemente, altera el orden natural de la Madre Tierra.
Para unos fue una simple distracción ante un inminente fracaso de la certificación de reservas de gas convencional, contratadas en enero y que deben entregar su informe hasta mitad de año y que al menos debería garantizar 10,45 trillones de pies cúbicos, que los expertos no ven por ningún lado.
La cuestión es que la distracción puede convertirse fácilmente en proyecto si como se augura, la certificación real no es para tirar cohetes y las exploraciones en marcha (Boyuy, Tariquía, etc) finalmente fracasan. ¿Podrá Evo Morales obviar el debate ecológico y apostar por el último experimento de la industria trasnacional que busca maximizar beneficios en el más corto tiempo posible? Este último concepto parece ser el que hoy por hoy más le preocupa al Gobierno.
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